Cuando menos lo espero, menos lo pienso, más me suceda,
más me sorprendo y encanto en esta vida. Es que si las ramas están
quedando desnudas este otoño, la metáfora de las hojas y las
almas gemelas se actualiza.
Llevo días conversando con alguien por twitter que no conocía en persona y
todo hacía presagiar que el encuentro era muy cercano, para poner
tanto en común sobre la mesa, junto a un café (o a un té), la simpleza de la vida misma.
Este sábado luego de ir a un cumpleaños, quedé en juntarme con una amiga
en un centro de eventos, que supuse estaría lleno. Ella estaba con una amiga más y
5 amigos de los cuales conocía a 3, y de los otros, 1 me era cara conocida.
Pasó el rato, decidimos irnos con mi amiga y al despedirme, uno de esos 2 que no había visto antes y que me era cara conocida me dijo: "¿Daniel?¿De twitter?".
A lo cual respondí: "Sí, ¿Sí?, ¿Pato?"
Y el mundo se me reducía a un espacio de 2 por 3 metros, y reconocía a la persona que por semanas había sido amable, entretenida por medio de textos de 140 caractéres y con quien lo había pasado excelente esas horas de baile.
Le dije con la voz media quebradiza que me emociona saber que el mundo es un pañuelo.
Hoy nuestras conversaciones de menos de 140 caracteres, tienen rostro, tienen voz y tienen un abrazo, que hizo real un cariño particular del mundo virtual.
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