Simplemente radica en la posibilidad de desprender de aquello que no te pertenece y que en ciertos momentos te ata, como el ancla a un gran buque. Para esto tuve que resignificar cosas que ya había entendido y aprender otras. Y sobre todo dejar de aferrarme a conceptos errados sobre todo de relaciones interpersonales.
Hoy tengo una pequeña bolsa con cosas que no me pertenecen, que no puedo botar. El devolverlas me significará un gran paso al estado de levedad que quiero y sentir me feliz de un vacío que me devuelve espacios; pero a la vez esta devolución tendrá otro sentido para quien la reciba, y claro, ese es un camino que yo no debo recorrer porque habré soltado parte de mis amarras.
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