agosto 08, 2009

Haciendo lo que no se debe hacer.

Una librería, un fotógrafo, su asistente, muchos libros, la sobrina, la dueña, los dependientes, un ministro de la Corte de apelaciones, su esposa.

Claro, una sesión fotográfica para una librería para su futuro sitio.
Excelentes tomas
Bella y diversa librería, completa y amena.

Un armenio y una actriz hacen la primera toma. La imagen de una compra. Entre dos amigos que, venden libros, pero en este caso uno es el dependiente y su compañera la cliente.

La foto de la sobrina en la sección de literatura infantil: sola, junto a su padre y junto a su tía.

La foto del encorbatado me corresponde. Cuando me dirijo voy por la chaqueta y la corbata, entra la señora con su esposo el ministro. Me tiran la talla y me dicen que debo quedar como abogado. La señora se mete y nos presenta a su esposo. En sus condiciones físicas no pareciese ser alguien con tanto cargo a nivel judicial. Pero su apariencia senil no domina su razón. Simpático encuentro. Me instalo, me muevo milímetros. Me toman las fotos leyendo, hojeando.

Luego podemos comer pan con queso y tomar jugo en medio de libros listos para ser vendidos. Los hojeamos todos para ver cuál comprar con tan buen descuento por esas fotos.

Uno para el lunes y otro para viernes, es que siempre pienso en lo que debo hacer (de ahí a hacerlo me demoro harto, pero lo hago).
Me atiende la estrella del día: la sobrina, sí la misma de las fotos de la sección de literatura infantil. La escena es imperdiple y le saco foto con lo que tengo a mano. Es que si los niños vendieran libros y no sólo a jugar a ser vendedores. Todo sería más barato, entretenido y además ni me fijé cuánto acepte de la compra por débito.


Pensaba después y si una niña estuviese en la corte de apelaciones, ¿serían más rápidos, veraces y lúdicos los procesos?


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